Hola, soy Sara Soria, y en Mentes Despiertas comparto ideas y reflexiones para empoderarnos y combatir la desigualdad.
Suscríbete para recibir contenidos como este en tu bandeja de entrada:
La doctora Valerie Young, experta de renombre a nivel internacional en el síndrome de la impostora, definió 5 tipologías de impostoras.
Además, Élisabeth Cadoche y Anne de Montarlot en su libro “El síndrome de la impostora” añaden otros dos tipos más. Ya te he recomendado este maravilloso libro antes, si no lo has leído no pasa nada porque si sigues por aquí te lo voy a destripar.
Te voy a traer aquí las 7 tipologías para que definas qué tipo de impostora eres, y me voy a mojar y te voy a confesar cuál de ellas es la que a mí más me amarga la existencia. También es bastante común sentirte identificada con varias a la vez.
Identificar estas tipologías me ha ayudado muchísimo a hacer frente al síndrome de la impostora, y espero que te ayude a ti también.
Al final, también te desvelo un cambio importante de ahora en adelante.
Mientras, aprovecha para suscribirte si no lo has hecho ya:
Tipos de síndrome de la impostora
La perfeccionista
Esta es un clásico. Realmente, es la que más identifico entre mis amigas y en mi entorno.
La perfeccionista se pone metas tan altas que siempre piensa que podría haberlo hecho mejor. Piensa que todo lo que hace nunca es lo suficientemente bueno. Un pequeño fallo, incluso en medio de un éxito total, le deja sensación de fracaso.
Se autoimpone estándares excesivamente altos y exigencias imposibles de mantener. Esto le lleva al agotamiento y a la autodestrucción.
Según la psicóloga Anne de Montarlot, las personas que sufren el síndrome de impostora como consecuencia del perfeccionismo padecen agotamiento, depresión o ansiedad, y a veces las corroe una ira reprimida, rodeada de frustración y culpabilidad, porque sienten que no están a la altura de sus expectativas.
Si has sufrido una educación estricta, controladora y crítica puedes tener más probabilidades de desembocar en esta exigencia de perfección y miedo al error.
Si eres mujer, también tienes más papeletas de sufrirlo.
Y es que tradicionalmente, educamos a las niñas en la perfección. Se valora a las niñas para que sean educadas y discretas, para que “sean buenas”, y estén quietecitas. La parte más barullera a los niños se tolera mucho más y eso de alguna manera les prepara para la imperfección de la vida.
Las niñas, perfectas y guapas. Los niños, trastos y valientes.
Por desgracia, cuando llegamos a la edad adulta no nos acabamos de quitar de encima esta perfección impuesta desde la infancia. Y esto nos limita para alcanzar nuestras metas, porque no creemos en nosotras mismas, ¡cuando somos super capaces!
¿No te dan ganas de llorar?
A mí me apena profundamente sentir las consecuencias de la educación desigual que recibimos de niñas, la verdad.
La experta
Según Valerie Young, la experta es al conocimiento lo que la perfeccionista es a la calidad. Las expertas sienten que solo son competentes si lo saben todo.
Se convierten en eternas estudiantes, y creen que nunca saben lo suficiente.
Esto es jodidamente paralizante, porque antes de aventurarte en algo tienes que sentir que lo dominas absolutamente todo. Imagínate el freno que supone a la hora de aspirar a un nuevo puesto, por ejemplo. O a la hora de emprender o crear un nuevo proyecto.
Piensas que no eres digna de llamarte experta en algo, o de dar una charla sobre un tema que dominas. Y aunque tengas muchos años de experiencia, sientes que no sabes lo suficiente.
Y en este caso puedo hablar por experiencia, porque la impostora experta SOY YO.
Soy la reina de encadenar cursos y leer libros para saber más y más antes de crear nada. Demasiadas veces siento que no sé lo suficiente y que no soy nadie para opinar de tal o cual tema, que no puedo aportar nada.
Y esto me lleva a procrastinar eternamente cualquier cosa que emprendo, o incluso cualquier tema sobre el que escribo, como una edición de esta newsletter.
Cuando quiero crear algo, me engancho al siguiente curso o leer no sé qué artículo para investigar más antes de empezar. Es la excusa perfecta para no avanzar.
Es de locos, de verdad.
Al menos la tengo identificada y la veo venir y la pisoteo antes de que me ate de pies y manos. Y cada vez me hago más fuerte y ella más pequeñita.
Últimamente la estoy machacando, y esta newsletter es la prueba definitiva. Aunque lo he deseado siempre, me ha costado muchos años lanzarme a escribir, pero aquí estoy.
Te he ganado, impostora experta. Jódete.
La independiente
La independiente rechaza la ayuda. Se asigna una tarea y tiene que hacerla ella sola de principio a fin. Piensa que tiene que entender y conseguir todo sola. Pedir ayuda es señal de debilidad y motivo de vergüenza.
La superdotada
Se juzga a sí misma, se estresa y se agobia si no hace las cosas con fluidez, rapidez y a la primera. Como explica Valerie Young: “Para la superdotada, luchar para dominar un tema y no ser capaz de triunfar a la primera equivale a un fracaso y, por tanto, a la vergüenza.
La superwoman
Se presiona para trabajar más duro y dar la talla, pudiendo dañar su salud mental. Según Young, “la superwoman mide sus capacidades por el número de funciones que consigue asumir brillantemente. No cumplir con uno solo de sus papeles - madre, esposa, ama de casa, amiga…- es sinónimo de vergüenza, ya que debería poder asumirlos todos”.
Esta definitivamente pienso que la sufrimos todas las madres con mayor o menor intensidad por la presión social.
Se espera de nosotras que seamos superheroínas y nos dediquemos a los cuidados y que además trabajemos fuera de casa y cuidemos de la pareja y lleguemos a todo porque somos maravillosas.
Pero que no te engañen, ser superwoman no es un piropo, en realidad es la forma que tiene el patriarcado de explotarnos hasta la extenuación.
Nos la han colado.
Las otras dos tipologías definidas por Anne de Montarlot y Élisabeth Cadoche tienen que ver con la falta de confianza:
La entregada
Las entregadas son mujeres que manifiestan una actitud de devoción que a veces llega incluso al sacrificio y la victimización. Escucharse a sí misma pasa a un segundo plano.
Esta tipología la identifico mucho en mujeres de la generación de mi madre. Son mujeres abnegadas que renuncian a sus deseos por no decepcionar a los demás, por ajustarse al papel que le han escrito. Se conforman con lo que creen que esperan de ellas, están atrapadas en la consideración ajena y se han olvidado de sí mismas.
La falsa confiada
La falsa confiada hace gala de una confianza excesiva, y hace alarde de su éxito en todos los ámbitos de su vida. Según Montarlot y Cadoche, a menudo esta imagen que proyecta es un escudo que sirve de protección a un concepto de sí misma frágil, que no quiere ser desenmascarada y no soporta la crítica, a riesgo de enfadarse enseguida.
Tolera al otro siempre y cuando no la cuestione, y la falta de aprobación puede poner todo en duda y quebrar su confianza.
Un cambio importante
Si has estado atenta, ya te habrás dado cuenta de que últimamente envío esta newsletter con una frecuencia quincenal.
Escribir artículos de reflexión una vez a la semana es muy absorbente y no me deja espacio para hacer otras cosas que también tengo en mente, como promocionar más este proyecto o crear más contenidos exclusivos. Y es que… ¡Quiero hacer muchas cosas!
Me ha costado un par de ediciones reconocerlo y contártelo, porque la impostora perfeccionista, que a veces me persigue también, me hace interpretar este cambio como un fracaso, porque no llego a todo con la frecuencia semanal.
Así que jódete también, impostora perfeccionista, porque voy a cambiar la frecuencia a quincenal y NO PASA NADA.
Y tú, ¿qué impostora eres? ¿Te has sentido identificada con alguna de ellas?
Cuéntamelo respondiendo a este email. ¡Te leo!
Un abrazo,
Sara
Si te ha gustado este contenido, suscríbete para recibir los nuevos posts:
Tremendo, porque me identifico prácticamente con todos los tipos! Es un paso, no? (risas). Gracias por el artículo.
Ha sido un gran aporte su artículo Sara. Muchas gracias.