Hola, soy Sara Soria, y en Mentes Despiertas comparto ideas y reflexiones para empoderarnos y combatir la desigualdad.
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Mira, cuando empecé a escribir en Mentes Despiertas, no tenía ni idea del miedo que iba a pasar.
Recuerdo cuando envié el primer email. Se habían suscrito 100 personas. Estaba aterrada.
Trabajo en marketing y cada semana envío emails a listas de miles y miles de personas, decenas de miles, en nombre de mi empresa.
Pero ese día que tenía que enviar un email a 100 contactos, estaba de los nervios.
Ya no escribía en nombre de ninguna empresa. Estaba desnuda, ante el abismo.
La creación de contenido no es para cobardes.
Es duro salir ahí fuera y publicar tu visión, desnudarte. Y exponerte a las críticas. A que a la gente no le guste o incluso le moleste lo que escribas.
Sobre todo si eliges un tema como la igualdad de género, que desgraciadamente todavía hoy incomoda a muchas personas.
Exponerte, no es fácil. Te sientes vulnerable.
Y llega la inseguridad, la falta de confianza y la ansiedad, que es en realidad el síndrome de la impostora.
Poco a poco ese vértigo que tenía al enviar los primeros emails fue desapareciendo. Me acostumbré a darle al botón de enviar.
Impostora tocada y hundida.
Después empecé a hacer cosas distintas para que el proyecto creciera. Por ejemplo, creé un listado de cuentos que fomentan la igualdad a cambio de que compartan la newsletter, para conseguir llegar a más gente.
Y de nuevo llegaron los nervios. En aquel momento lo viví con miedo, como si mis contenidos no fueran dignos de pedir algo a cambio por ellos. ¡Y solo tenían que darle al botón de compartir!
Esa vez, me cargué a la impostora también.
Y ya para rematar, este último mes, por motivos laborales me invitaron a un Congreso de Marketing para dar una charla en un auditorio delante de 300 personas.
Pues te puedes imaginar, he tenido una lucha encarnizada con el síndrome de la impostora. Pero una lucha fatal, una lucha de sangre. A matarnos, te lo juro.
Ahora te cuento mis sensaciones y cómo destripé a la maldita impostora. Jaque mate.
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Vértigo y náuseas
Ya hemos hablado aquí del síndrome de la impostora: es una sensación que nos bloquea en mayor medida a las mujeres y que muchas veces naturalizamos como si formara parte de nuestra personalidad, cuando es en realidad un sentimiento universal fruto de la desigualdad: “Es que soy tímida y no me atrevo a hablar en las reuniones”, “A mi me da vergüenza hablar en público”,“ No voy a dar esa charla con tan poco tiempo porque me las preparo mucho”, “No soy experta en nada”.
¿Te suena?
A mí la maldita impostora me aparece siempre cuando quiero hacer algo nuevo para avanzar y crecer, algo que no domino al 100%.
Es entonces cuando siento vértigo, los nervios me atacan a las tripas y el estómago se me encoge. Es una sensación de angustia que cuando es muy extrema la somatizo físicamente y me produce hasta náuseas.
Cuanto mayor es el reto, más intenso es el vértigo y las náuseas.
Esta vez, para derrotar a la maldita impostora me ha servido mucho acordarme de Mar, la hija de Pol Rodriguez Riu, que hizo un solo de trompeta delante de 800 personas y cuando su padre le preguntó cómo se había atrevido, ella le contestó: Papá, ellos no saben tocar la trompeta.
Maravilloso. La infancia nos da mil vueltas muchas veces.
Te lo cuenta Pol Rodriguez mejor en esta edición de su newsletter que te recomiendo muchísimo, porque además da otros dos argumentos que también me sirvieron para combatir el síndrome de la impostora.
Pero lo que más me ayudó a decir que sí a hablar en ese congreso y a superar mis miedos es esta newsletter, Mentes Despiertas. Aquí hablo mucho de lo importante que es para llegar a la igualdad que las mujeres venzamos nuestras inseguridades y aprovechemos las oportunidades que se nos brindan.
De que tenemos que empoderarnos y dar un paso adelante para tomar el lugar que nos pertenece. Es nuestra responsabilidad.
¿Qué clase de farsante sería si luego en mi vida real hiciera lo contrario?
La charla fue un éxito y todos los nervios que pasé se quedaron en una anécdota insignificante comparado con la sensación de subir a un escenario y la satisfacción de haber superado el reto. Fue una experiencia genial. Un auténtico subidón.
El mensaje que te quiero lanzar hoy es: nunca dejes de avanzar por miedo. Se pasa mal cuando te enfrentas a nuevos retos, muchos nervios y mucho vértigo. Pero detrás del miedo y el vértigo, está el éxtasis, amiga.
No lo olvides.
Un abrazo,
Sara
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