Las marimacho y las mandonas
Hola, soy Sara Soria, y en Mentes Despiertas comparto ideas y reflexiones para empoderarnos y combatir la desigualdad.
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En el anterior email que puedes leer aquí, te hablé de qué son exactamente los roles de género.
Hoy te voy a contar qué pasa si te sales de ese papel que han escrito para ti, y algunas de las consecuencias negativas que tiene imponer ese rol a las niñas y qué impacto tiene en las mujeres del futuro.
¿Qué pasa si no encajas con tu rol de género?
Pues que llegan los insultos.
Para las niñas: marimacho, mandona, manejanta, sargenta, tortillera.
Para los niños: nenaza, marica.
Los insultos son la forma que tiene la sociedad de penalizar que no encajes. Los correctores.
Las marimacho
Estos días he recibido mensajes maravillosos de lectoras que se identificaban con lo que decía en los últimos emails y me han contado sus experiencias por ser niñas “diferentes”.
Una de ellas, me decía que era “revoltosa como los niños”, y que destacaba más porque era mucho más activa que su hermano mayor, que era tranquilo y no le gustaba el deporte.
Era ella la que rompía los vaqueros y le ponían parches en las rodillas, la que se rompió el tabique nasal, la que lleva 8 puntos en la cara, y la que se partió una oreja patinando.
Y que su vestido de comunión… ¡lo rajó en los columpios!
Me imagino el drama jajajaja.
Sus padres le llevaron a los scouts para que hiciera “el salvaje en su hábitat” y sus abuelas decían que era culo de mal asiento.
Me encanta su historia, y sobre todo me encanta que ella, al menos, haya vivido salirse del rol con alegría.
Así debería ser siempre.
Otras no han tenido tanta suerte y me han contado que de pequeñas les llamaban “marimacho”, por jugar todo el día al fútbol o al skate.
Alguna incluso, me ha confesado que de mayor pasaron a llamarle “tortillera”.
Afortunadamente hoy en día los correctores para nuestros niños y niñas no son tanto insultos explícitos, muchas veces es mucho más sutil y son comentarios o actitudes que promovemos inconscientemente.
Como por ejemplo, decir que los niños son más movidos y las niñas más tranquilas. Solo tienes que echar un vistazo a tu alrededor, y verás que hay de todo.
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Las mandonas o cómo penalizar el liderazgo
Las niñas, al parecer, tienen que estar calladitas, quietitas, y sumisas.
Cuando una niña intenta liderar, es común llamarla mandona, sargenta o manejanta.
A un niño muy pocas veces le llamamos mandón, y nunca he escuchado a nadie llamar a un niño sargento, porque un chico que lidera es lo común y no sorprende.
Pero esos apelativos se les dice continuamente a las niñas.
Lanzar ese mensaje a las niñas es de verdad preocupante, porque lo que estamos haciendo es desanimar el liderazgo de forma explícita.
Si desde niña te hacen saber que liderar no es algo positivo, es más difícil que adoptes esa posición en un futuro, porque vas a sentir que es inadecuado.
Así que por favor, antes de llamar mandona a una niña, recuerda siempre que las mandonas, manejantas y sargentas de hoy, son las líderes del mañana.
La falta de confianza en las niñas
Desde que nacen o incluso antes, les decimos a las niñas que son princesas, guapas, y que tienen que estar perfectas. A los niños les decimos que son listos, fuertes y valientes.
Además, cuando un niño corre mal le dicen que “corre como una niña”. Cuando juega mal al fútbol le dicen que “juega como una niña”, cuando es cobarde, que es “una nenaza”.
Y así, los niños perciben que las niñas hacen mal las cosas porque además, se burlan de ellos cuando hacen algo “como una niña”. Como si ser niña fuera un insulto.
Y a su alrededor, pueden ver que las personas que tienen poder e influencia son en su mayoría hombres. Lo que hacen los hombres, además, está mejor valorado. Ven que los hombres ocupan más espacio en áreas de poder y de opinión, y las mujeres, menos. Que los hombres ocupan los espacios públicos, y las mujeres, los privados.
Y esto se traduce en una falta de confianza para las niñas, hasta el punto de que hay estudios que confirman que las niñas a los seis años se sienten menos inteligentes que los niños.
A los seis años, los niños ya saben que están por delante de las niñas.
No sé a tí, a mí me apena profundamente este dato.
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Y todo esto, ¿cómo nos afecta a las mujeres en el futuro?
Como hemos visto, los roles de género y la educación sexista limitan las capacidades de las mujeres y de los hombres y contribuyen a la desigualdad.
Así, las mujeres tenemos una mayor falta de confianza y cuando lideramos, muchas veces nos sentimos y somos percibidas como personas autoritarias.
Esta falta de confianza y que se nos penalice el liderazgo tiene una influencia directa en que las mujeres:
Elijamos profesiones menos técnicas y peor pagadas.
Suframos más el síndrome de la impostora.
Tengamos menos tendencia al liderazgo y menos iniciativa.
En que cobremos menos: alguien que no confía en su valía difícilmente va a pedir un aumento de sueldo o un ascenso. O le va a costar mucho más subir el precio de sus servicios.
En que tengamos exceso de autoexigencia y perfeccionismo.
También emprendemos menos, porque hay que tener mucha valentía y mucha confianza en una misma para hacerlo.
Está todo relacionado y es de una lógica aplastante. Iremos viendo cada uno de estos puntos con datos y situaciones reales que nos ocurren en el día a día.
Sabiendo esto, ¿qué podemos hacer para evitarlo?
EMPODERARNOS: Nosotras tenemos que ser las agentes del cambio y es nuestra responsabilidad superar los prejuicios que nos han inculcado y reclamar nuestro espacio.
De la misma manera, toda la sociedad tiene que tomar conciencia de estas diferencias para acabar con los estereotipos y los prejuicios y conseguir que el mundo sea más igualitario y más justo.
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