Hola, soy Sara Soria, y en Mentes Despiertas comparto ideas y reflexiones para empoderarnos y combatir la desigualdad.
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Por clamor popular y con permiso de Malena Pichot, me veo en la obligación de cambiar la denominación de Patricia Arcado, que en adelante será Patricio Arcado.
Si no sabes de qué te hablo, te cuento quién es Patricio aquí.
Me comenta una de mis lectoras que la palabra patriarcado tiene género masculino, y que Patricio es lo justo. Pues tiene razón.
Pero es que además, en casa tengo cachondeo porque mi pareja, que también lee mis emails, se ha empezado a autodenominar Patricio cuando me quejo de algo que hace. “Es que soy Patricio Arcado” - me dice.
Y ya me entra la risa y no puedo discutir.
Dicho esto, vamos con el tema de hoy.
Verás.
El otro día una amiga me contaba que fue a comprar unas sandalias para la hija de su prima.
Entró en una zapatería y preguntó por unas sandalias. Y la pregunta que sigue es siempre:
¿Para niño o niña?
Para los pies. - dijo mi amiga, encogiéndose de hombros.
Ya, es que los modelos son distintos para niña o niño.
Bueno, enséñame los dos.
Las sandalias de niña tenían las tiras finas, eran rosas, blancas o plateadas, y tenían la suela de un milímetro. Las de los niños en cambio, eran de colores más oscuros, más robustas, más cómodas: estaban diseñadas para correr y saltar.
Y el dilema. No sabía cuáles comprar. Le dió mucha rabia, pero al final compró las de niña. Es normal, siempre es más difícil salirse de lo establecido.
Cuando alguien dice: es que las niñas son más paraditas. Los niños son más activos.
Bueno.
Si ponemos a una niña zapatitos de charol, un vestido que se lo pisa al trepar y un lazo que si corre se le cae y lo pierde, igual lo tiene más complicado para subirse a un árbol. Vestimos a las niñas con ropa y complementos más incómodos que les impiden moverse con libertad.
No estoy diciendo que las niñas no deberían llevar vestidos.
Pero sí me gustaría que reflexionaras acerca de por qué muchas veces priorizamos en las niñas que estén guapas por encima de la comodidad. Y en los niños no.
Cuando crecemos empeora la cosa y llega la tortura de los tacones.
Pero ese melón, ya lo abriremos otro día.
Los niños son listos. Las niñas, guapas.
Desde que se conoce nuestro sexo, incluso antes de nacer, niños y niñas son educados diferente.
Lo tenemos naturalizado pero lo cierto es que les hablamos diferente, les cortamos el pelo diferente, les tratamos diferente y les vestimos diferente.
Y tú dirás… pero… ¡es que son diferentes!
¿Son diferentes? ¿O los hacemos diferentes?
Desde que sabemos el sexo del bebé, aún antes de nacer, les lanzamos mensajes distintos inconscientemente.
Hay un experimento muy interesante en el que ponen a un bebé ropa rosa y piden a una serie de adultos que les hablen. Después ponen al mismo bebé ropa azul y piden a otras personas que hagan lo mismo. Al bebé vestido de rosa, le dicen que es guapa, linda, preciosa. Al bebé vestido de azul, le hablan de lo fuerte y lo grande que es. Al bebé de rosa le acunan y le hablan más. Al bebé de azul lo sostienen de pie y lo manejan de forma más brusca.
Quizás te parezca antiguo. Igual crees que es exagerado, y que no es realmente así. Que las cosas han cambiado y ya no los vestimos de rosa y azul.
Puede ser que se haya suavizado algo. Pero los mensajes no han cambiado.
A las niñas les transmitimos que su aspecto es lo importante: estar guapas y perfectas. Tienen que agradar y ser cariñosas, ser emocionales y sensibles.
A los niños, que tienen que ser listos, fuertes, valientes, y competitivos. Y también inaccesibles emocionalmente.
¿Crees que tú tratas a los niños y a las niñas por igual?
Prueba a observar a tu alrededor. Analiza cómo se le habla a los niños y a las niñas.
Verás que cuando alguien saluda a una niña a menudo se le hacen comentarios sobre su aspecto, lo guapa que está con ese vestido y esos complementos. Y a los niños normalmente no se le hacen comentarios sobre su ropa, se le habla sobre otras cosas más interesantes, como qué tal va en el cole o si le gusta algún deporte.
A las niñas, les damos besos o les enseñamos a darlos. A los niños, les chocamos la mano.
Todos los días, una y otra vez, sin darnos cuenta, les enviamos mensajes distintos.
Si desde pequeña te lanzan un mensaje, tu autoconcepto se construye con él.
Poco a poco vamos interiorizando que lo importante para nosotras es estar guapas y agradar.
Los niños aprenden que es bueno ser listos, fuertes y valientes.
¿Es malo ser distintos?
En realidad, no pasa nada porque seamos distintos.
De hecho, no tenemos por qué ser iguales.
El problema de todo esto es que educarnos de esta forma promueve la desigualdad y limita las capacidades de las niñas para su desarrollo completo. Y también las de los niños.
Piénsalo.
Educamos a los niños en la seguridad, la fortaleza y la valentía; a las niñas en la belleza, la perfección y la delicadeza.
Y esto tiene consecuencias negativas, sobre todo para las niñas.
Pero también para los niños.
Abatir a Patricio Arcado nos beneficia a todas y a todos.
En los próximos emails hablaré de cuáles son esas consecuencias negativas.
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Un abrazo,
Sara
Interesante reflexión. Si te gusta ver documentales de naturaleza, se puede ver que la separación de roles de machos y hembras es muy variable dependiendo de la especie. La raza humana tiene un pasado largo en que la separación de roles era muy claro. Las mujeres realizaban tareas de cría, recolección, etc, trabajos que requieren constancia y que llevan bastante tiempo, los hombres eran trabajos de caza y demás que requerían otro tipo de habilidades, de esfuerzos físicamente mas exigentes pero mas puntuales.
Sobre el desarrollo humano hay diferentes teorías sobre que porcentaje del desarrollo humano es adquirido vía genes y cuanto es aprendido. Es un debate filosófico que ha perdurado durante siglos. La famosa teoría de la tabla rasa, según la cual todo es aprendido y ambiental y poco genético, pero también hay teorías que no avalan esta idea.
Por otra parte aunque todo fuera aprendido y ambiental, hay alguien que guía ese aprendizaje, básicamente la familia, la escuela y los amigos.
Hoy en día, la mayoría de las familias ni necesitan cazar ni recolectar y creo que el aprendizaje es la clave y aquí como en todo para tener resultados diferentes hay que hacer cosas diferentes, esta en mano de todos el cambiar.